MEDITANDO CON UNA MANDARINA
Nos
encontramos en una sociedad en la que el eslogan sería algo así como: “hay que
hacer”. Llenamos nuestro día a día de una gran cantidad de actividades y
compromisos que, en vez de disfrutar de los mismos, nos estresan creándonos un
estado de ansiedad importante. Vamos de manera automática de un lado para otro
apresuradamente, pensando en lo que todavía nos queda por hacer o planificando
nuestras tareas para mañana y, cuando llegamos a casa, ni siquiera somos
conscientes de lo que hemos vivido y experimentado a lo largo de la jornada. En
el artículo de hoy vamos a aprender una técnica muy sencilla que nos ayudaran
a ir apagando nuestro sistema de funcionamiento automático y nos permitirán
disfrutar más de cada tarea que llevamos a cabo.
Algunos estudios están demostrando cómo tenemos una calidad de atención muy baja, se calcula que pasamos aproximadamente el 47% de nuestro tiempo pensando en algo distinto a lo que estamos haciendo en este preciso momento. Cuando desayunamos pensamos en la ropa que nos vamos a poner, en el trabajo pensamos en qué hacer al salir y al irnos de vacaciones nuestra mente se enfoca en cómo será la vuelta al trabajo. La buena noticia es que, con constancia y a través de la puesta en marcha de algunos ejercicios de meditación, se puede mejorar considerablemente la calidad de atención con la que percibos las cosas.
Algunos estudios están demostrando cómo tenemos una calidad de atención muy baja, se calcula que pasamos aproximadamente el 47% de nuestro tiempo pensando en algo distinto a lo que estamos haciendo en este preciso momento. Cuando desayunamos pensamos en la ropa que nos vamos a poner, en el trabajo pensamos en qué hacer al salir y al irnos de vacaciones nuestra mente se enfoca en cómo será la vuelta al trabajo. La buena noticia es que, con constancia y a través de la puesta en marcha de algunos ejercicios de meditación, se puede mejorar considerablemente la calidad de atención con la que percibos las cosas.
Es probable
que cuando nos hablan de técnicas meditativas a pensemos que no son adecuadas
para nosotros ya que consisten en adoptar difíciles posturas mientras se deja
la mente en blanco. También solemos pensar que meditar es un ejercicio que
únicamente lo podríamos llevar a cabo en lugares tranquilos, silenciosos, sin
que nada ni nadie nos moleste en absoluto. Pero esto no es así, la meditación,
como vamos a ver a continuación, puede ser algo muy fácil que podemos
practicarlo a cualquier hora y en cualquier lugar. Incluso en el trabajo.
Uno
de los ejercicios que más originales me parecieron para poder poner en marcha
nuestra atención plena es hacernos conscientes mientras comemos. Suele ser un
momento en el que la mayoría de las veces solemos estar distraídos hablando con
otra persona, escuchando música, viendo la tele o pensando en los múltiples
problemas que la mente nos lanza, por ello desde hoy vamos a practicar
Mindfulness mientras comemos por ejemplo: una mandarina.
Lo primero
de todo es que nos concienciamos a que vamos a poner nuestra atención a la hora
de comer la mandarina. Sabemos que nuestra mente nos va a distraer con
múltiples pensamientos pero, amablemente, al darnos cuenta volveremos a centrar
la atención en la mandarina.
La cogeremos
y sentiremos la textura que tiene. Percibiremos las sensaciones que surgen en
nuestros dedos al tocar la piel de la mandarina.
Observaremos
el color que tiene. Podemos dedicar un tiempo a mirarla para darnos cuenta de
los diferentes colores que tiene la fruta por las distintas partes de la misma.
Intentaremos hacerlo desde una mente de principiante, tal y como si fuese la
primera vez que vemos y tocamos algo así.
A
continuación pasaremos a ir quitándole la piel poco a poco, enfocando nuestra
mente en los dedos y percibiendo el olor que nos puede venir al pelar la
andarina.
Una
vez que le hayamos quitado la piel separaremos uno de sus gajos, nos lo
meteremos en la boca y al morderlo pondremos nuestra atención en todo aquello
que saboreamos. Sin pararnos a juzgar si se trata de un sabor agradable o no,
únicamente a ser conscientes de las sensaciones que se producen en nuestra
boca. Es posible que si prestamos atención a todo aquello que se produce al
masticar cada uno de los gajos, experimentemos diferentes sensaciones que
antes, con las prisas de terminar la mandarina rápido, no nos habíamos llegado
a dar cuenta.
Con
el artículo de hoy me gustaría dar exponer cómo ciertas formas de meditar no
requieren mucho más que una pieza de fruta, como ha sido en este caso. A demás,
poniendo atención a lo que estamos comiendo y darnos cuenta de las sensaciones
que se nos activan puede hacer de cada comida una experiencia mucho más
interesante e intensa.
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