EL INNOVADOR SE HACE



Foto: Unai Alberdi
Si no cambiamos las coas, o por lo menos la manera de hacerlas, estamos perdidos. Nos encontramos inmersos en una sociedad dinámica en la que momento a momento se producen miles de cambios y trasformaciones de toda clase. Si no somos capaces de aceptar los cambios que van surgiendo en nuestro entorno, no seremos capaces de dejarnos fluir de manera correcta a lo largo de la vida. Seremos como un capitán de un velero que al no querer cambiar la dirección de las velas, el fuerte viento de los días de marejada termina rompiendo la embarcación impidiendo poder seguir navegando por la mar. Por ello el espacio de hoy se lo vamos a dedicar a la “innovación”, para que, tal y como lo mencionó Darwin, podamos ir convirtiéndonos en la especie más completa; aquella que mejor se sabe adaptar al nuevo entorno. 


Para empezar a dejarlo un poco claro: ¿qué no es innovar? 


Hoy en día se está haciendo un uso erróneo del concepto “innovar”, hacer lo que todo el mundo hace no es innovar, al igual que no lo es montar una cafetería en grandes y luminosos espacios de paredes blancas, con ligeros detalles decorativos de madera, cuando es la cuarta que se inaugura en la misma calle, la número quince del barrio y la que ocupa el puesto cincuenta y siete de la ciudad. La moda hipster también nos puede servir como ejemplo del mal uso del término, cuando más de la mitad de la población mundial lleva un año aplicando las bases de esa tendencia, el que tú hoy lo hagas no es innovar. ¡Ojo! No me malinterpretes, no quiero decir que no esté bien el abrir cafeterías nuevas ni vestirse en base a la moda hipster, solo que no es posible de denominarlo como acto novedoso.


Cuando te estoy hablando de innovar o renacer no me refiero a que de la noche a la mañana tengamos que convertirnos en compositores de grandes melodías, ser directores de multinacionales, convertirnos en inventores de extraños utensilios o escritores de gran renombre. Me refiero a estar dispuestos a hacer pequeños cambios en nuestro entorno y vida cotidiana, que pueden ser desde cambiar nuestro estilo de vestir, la manera en la que nos relacionamos con las personas que nos rodean, la forma en la que pensamos o el género literario que leemos. Tal y como Joan Pons indica, la innovación nos coloca a los seres humanos en el papel de observadores que, con los mismos ojos, sin tener por qué cambiárnoslos, somos capaces de ver cosas que hasta ahora no veíamos, lo que nos lleva a sentir cosas que antes tampoco sentíamos. 


La innovación es de todos y para todos, no solo para algunos pocos privilegiados.


El término innovar, me atrevería a decir que desde su nacimiento, lo hemos emparejado con el mundo de la empres, industria, marketing, finanzas, producción… cuando se trata de un término que perfectamente, y necesariamente, puede encajar en cualquier otro ámbito como puede ser el social. Estoy dispuesto a publicar artículos en los que profundice más la temática de la innovación social, pero a grandes pinceladas me gustaría hacer ver cómo crear nuevos programas en residencias de personas mayores es innovar, fomentar una aplicación para que las personas con discapacidades motoras puedan navegar en internet es innovar, elaborar campañas que promuevan la inclusión social es innovar y proporcionar un trato igualitario a personas con discapacidad también es innovar. 


El ser innovador se hace. 


Desde el momento en el que ya nos conformamos con lo que tenemos y no estamos dispuestos a luchar por alcanzar nuevos objetivos, metas o experimentar nuevas emociones, nos adentramos en una dinámica formada por una serie de actos, más o menos, repetitivos que nos acaban conduciendo a la aburrida e improductiva rutina. Muchos, como yo hasta hace un tiempo, pensareis que el innovador nace y ¡no! Señoras y señores, el innovador se hace. No hace falta haber traído de serie un gran talento o capacidad creadora, sino hacer el esfuerzo diario y consciente de ir cambiando poco a poco cada día la manera de ver y hacer las cosas. 


Consejos, que nunca están de más. 


Para finalizar ya con el artículo te voy a dar un consejo que, si no es hoy será más adelante, puede ir abriéndote el camino de la innovación. Plantéate las dos siguientes sencillas preguntas:

1.)    ¿Qué actividad nueva podría empezar a hacer? Valen: objetivos, retos, planes, negocios, búsquedas de cosas…

2.)    ¿Cómo podría cambiar la manera de ejecutar una acción que ya lleve haciéndola un tiempo? Por ejemplo: cambiar la idea que posees sobre el trabajo, tomarte las cosas con otra filosofía, tratar de manera diferente a tus clientes…

Aplicando estas dos técnicas sencillas, los resultados positivos no se harán esperar, te lo recomiendo: ¡compruébalo!

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